Thursday, December 14, 2006

Un peluche antiguo, zapatos de ballerina,
pájaros de invierno, nubes estáticas
y un lecho de hojarasca donde dormías cada noche.
Ibas por cementerios enfrascando imágenes,
sueños olvidados que tendías a secar en el crepúsculo
para que resucites con las estrellas.

Ya no miraré afuera.

Es una dulce condena, casi una obscenidad,
mirar al sol en su inmolación diaria
arañando encarnadamente con sus rayos
todas esas cosas tendidas en el cordel del recuerdo.

Ignoro dónde enredaras tus cabellos
y quien te los peinará el siguiente día.

¿Te dije alguna vez que no puedo soportar
los pañuelos blancos de la espuma?

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